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viernes, mayo 26, 2006

Mutavisión

zapeado por zama


Me repito, soy consciente, pero ¡qué sabe nadie!. La tele tiraniza mis recuerdos y me hace darme cuenta de que la marmota enseña el culo año sí, año también. Y este año la marmota ha dicho que el verano ha llegado y que toca mundial: pues mundial habemus. El ciclo de la vida vuelve a repetirse.

El plan de acontecimientos es el de siempre. La prensa calienta nuestro ánimo que ha permanecido adormecido desde la última Eurocopa y nos dice que esta vez sí, que vamos a pasar de cuartos y que se va a cagar el resto del mundo con la furia. Vamos sin perillas pero nos los comeremos igualmente. ¡Grrrrr!

Los diarios deportivos colman sus portadas de esperanza triunfal, los anuncios de cerveza nos tratan como perros de Paulov, de manera que cada vez que veamos un balón abramos la nevera. Todo se vincula a un único objetivo: alienarnos hasta que nos eliminen. Tras esto, volveremos a la cruda realidad: la tele es una mierda, los políticos son una banda, el niño ha vuelto a suspender sociales.

Y en el centro de todo, la tele. Así como la evolución de las especies se pone de manifiesto más claramente ante las crisis planetarias (ejemplo, la caída de un meteorito), la mutación de las teles se produce ante los mundiales de fútbol. Del blanco y negro al color, de la pantalla curva a la plana, del televisor-mueble al formato cuadro, del analógico al digital.

Era yo muy niño cuando el color inundó mi salón allá por el mundial 82. Una estupenda Philips K30 apareció de buenas a primeras. No recuerdo ni el empate ante Honduras ni las cantadas de Arconada, pero sí al viejo armatoste de blanco y negro arrinconado en el ostracismo de la terraza tras la llegada del nuevo inquilino multicromático. Como mi casa nunca ha sido muy innovadora, el K30 sobrevivió muchos años. Allá por el 2000, además de la energía eléctrica el aparato necesitaba la mecánica. De buenas a primeras elevaba su volumen porque le daba la gana y la única manera de solventarlo era a hostias. Una de las ventajas de las televisiones de tubo es que tienen un fondo lo suficientemente amplio como para golpearlo con el puño.

Ahora, en otros lares, con el menaje y electrodoméstivos que se me (nos) antoje(n), llega el mundial del 2006 y la evolución estira el cuello de las jirafas otro centímetro, inmoviliza un poco más el meñique de mis pies y pela mi tarjeta de crédito 70 euros: me he comprado un sintonizador digital.

Y sé que lo voy a aprovechar: este año toca, este año España gana el mundial.

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lunes, mayo 22, 2006

Hijos y matrimonio

zapeado por zaperu


Creo recordar que hace algunos posts, en este blog se comentaba la falta de verdaderas sitcom entre la producción patria. Ninguna de nuestras series, comedias o dramas, de risa o de llanto, se corresponde con el modelo de teleserie cómica inventado por los americanos. Una de las principales características de estas comedias de situación es su duración: 20 minutos aprox., 30 con la publicidad. Este formato tiene varias ventajas frente a las habituales series hispanas, con capítulos de más larga duración aderezados con interminables cortes publicitarios, como que puedes ver la serie y luego hacerte la cena. Vendría a ser lo que a la música los singles y los LPs. Cuando comprabas el single adquirías la canción que te gustaba y si tal, como premio te llevabas una cara B decente. Con el LP siempre había tres o cuatro canciones (si no más) que resultaban un coñazo.

Pues bien parece que ya tenemos nuestras propias sitcoms. No sé se Camera Café se puede meter dentro de este saco, pero la que reproduce fielmente el modelo es la nueva serie de Cuatro Matrimonio con hijos. Lo reproduce con tanta fidelidad que es nuestra versión de la fantástica e irreverente Married with children (la sintonía estaría bien, Mr. Zama) que a finales de los 80 tuvo gran éxito en USA y que pudimos disfrutar aquí hace algunos años.

Los dos capítulos emitidos han sido bastante irregulares, pero es una serie con potencial. Creo que de momento, tanto los espectadores como los guionistas y actores (sobre todo los guionistas que calcan en algunos momentos la serie americana) tenemos demasiado presente el original y cuando vemos a Fran Camacho con la mano en el paquete nos asalta la imagen de Al Bundy diciendo alguna barbaridad. Es algo similar a lo que pasó con los primeros capítulos de Hospital Central, que parecía la versión española de ER, pero en plan cutre. Con el tiempo Vilches & cía fueron desarrollando sus personajes y hoy Hospital Central es una de las series más veteranas y con mejor salud de la tele. Quizás a los Camacho les pase lo mismo y dentro de un tiempo ya no veamos el espíritu de los Bundy tras ellos.

Una curiosidad para terminar. Si los Married with children tomaron su apellido del más famoso serial killer made in USA, Ted Bundy, nuestro Matrimonio con hijos lo toma del más famoso trainer killer del fútbol nacional: José Antonio Camacho. No sé si son casualidades o que mi mente hace diabólicas asociaciones.

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viernes, mayo 12, 2006

Móvil perpetuo de 1ª especie (contiene la z)

zapeado por zama


Todo es cíclico. En un futuro, esperemos que lejano, este blog se cerrará con un artículo sobre la tele en domingo, tema no por manido menos interesante. La historia está condenada a repetirse debido a nuestra incapacidad para aprender de los errores. Las modas de vestuario nos enseñan año tras año esta realidad: vuelven los 60, luego los 70, luego la moda grunge (por fortuna se saltaron los 80). En el cine también hay ciclos. Acabamos de pasar una nueva época de cine catastrófico y estamos todavía sumergidos en otra de cine de terror como 40 años atrás. Y en el todo que nos envuelve, el universo, parece ser que un gigante continuo de expansión-compresión se sucede de cuando en cuando.

La tele no iba a ser la excepción. Si se toman con esmero datos estadísticos de programaciones veríamos que el número de culebrones en parrilla varía con el tiempo como una función seno. En estos meses y tras "Pasión de gavilanes" estamos en un máximo. No se preocupen porque a partir de ahora su derivada tiene claramente una pendiente negativa y de aquí a 4 años reinará la calma en las sobremesas españolas.

Las personas (o personajes) gloriosos en otros años reaparecen como Guadianas tras etapas de oscuro anonimato. Ahí tenemos a Íñigo, descapotable por fin, que asoma su calva en otro continente. Los difuntos no se salvan del eterno retorno: Lola Flores, Encarna Sánchez... vuelven a ser individuos de las más rabiosa actualidad y para las teles son igual de rentables que cualquier contemporáneo.

Los acontecimientos deportivos, siameses inseparables de las retransmisiones televisivas, tienen la periodicidad definida por calendarios estables, lo que asegura a las cadenas un valor fijo y rentable en la parrilla, y lo que tranquiliza a los espectadores, a los cuales el mundial de fútbol cada cuatro años es más importante que el 29 de febrero.

Y a los concursos, parte del todo que es la tele, dentro de la historia de la humanidad, inscritos en la ubicación espacio-temporal del universo, les pasa lo mismo. Se ponen de moda, se llenan las parrillas de ellos, alcanzan una cota máxima de share en base a la función seno, y cuando empiezan a perder el cariño de la audiencia se les intenta reflotar con una maniobra de marketing propia de campaña política.

Semanas antes se anuncia que se va dar un bote importante, días antes se anticipa el momento exacto y llegado el día en cuestión se baja el nivel de exigencia del concurso para cumplir con el objetivo: dar el mayor premio de la historia de la televisión española y quedarse tan anchos con un share superior a la media.

"50 x 15" ya lo hizo en su día (y anticipo que no tardará mucho en volver a hacerlo) y "Pasapalabra" ya tiene un par de experiencias similares, la última esta misma semana. Reto a cualquiera a tratar de resolver el rosco del premio de los 2 millones de euros que se entregó el lunes y a que me diga cual es la supuesta dificultad de la prueba. Obviamente la tensión del momento y el peso de estar en la tele es grande, pero se supone que un concurso es un reto, no un juego de azar para ver quien es el tío al que le toca grabar el programa el día con las pruebas más fáciles.

Me gustaría que todos estos concursillos de supuestos conocimientos culturales y vinculados a la suerte más que al verdadero saber, estuvieran regidos por una normativa leonina liderada por un supernotario malvado que les pusiera los puntos sobre las íes programa tras programa. Pero como estamos en la época de la trampa y las inversiones en sellos, supongo que me queda esperar a la venganza del eterno retorno.

Un día "Pasapalabra" se olvidará de sus errores y caerá en el olvido mediático, quedando relegado a la venida de una nueva moda de concursos. En ese futuro, tendremos que volver a hablar de la tele en domingo. Todo es cíclico.

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miércoles, mayo 03, 2006

Quiero resolver

zapeado por zama


Antena 3 es un canal innovador, la prueba está en su logo. Normalmente las marcas optan por un color corporativo que transmita sus valores. En el caso de las cadenas de televisión, tenemos el clasicismo de TVE con su color azul que transmite seridad. En los albores de las privadas, Tele5 tenía un color dorado, de lujo y opulencia, lo que era adecuado para sus programas de Mamachichos, Jesús Gil y "¡Ay, qué calor!".

Antena 3 traía su logo incorporado de la emisora de radio, por lo que heredó un rojo agresivo especialmente dañino para ver una peli en blanco y negro. Recuerdo una madrugada en la que, en vez de teletiendas, se emitían pelis clásicas. Yo trataba de fijarme en los giros inesperados de "Las diabólicas", pero la mosca rojísima de la parte inferior derecha no paraba de despistarme. Supongo que la sensación que querían dar era de atención, rapidez informativa y riesgo.

Como aquel logo era, como ya he dicho, insultante para la vista y estaba a todas luces fuera de mercado, Antena 3 tiró por la calle del medio y cogió el rojo que ya traía, el azúl de TVE y el amarillo de Tele 5 y construyó su imagen corporativa. Lo que se dice reciclaje industrial.

Visto en este punto tan básico la voluntad innovadora de la cadena tricolor, no debe sorprendernos en absoluto el retorno a su parrila del mítico concurso "La ruleta de la fortuna", bautizada con ánimo renovador con el impactante "La ruleta de la suerte". Podrían haber ido un poco más allá, cambiándole el título por "La rueda de la suerte" o "El redondel de la potra". A lo mejor así no nos hubieramos dado cuenta de que es la misma mierda que hace 15 años.

Por si hay algún lector neonato que no sabe de que va el programa lo explico a la velocidad del rayo: es como el juego del ahorcado pero hay que darle vueltas a una ruleta para saber cuanta pasta te llevas por cada letra que aciertes en la palabra o frase oculta. Sobre esta sencilla base, existe una serie de diabólicas complejidades, como que no puedes decir vocales, sino que las tienes que comprar, o que en la ruleta hay casillas muy malas (bancarrota) o muy buenas (premios extra, del grado de cutrez de una cuña de madera para guardar cuchillos).

Para aderezar el infumable contenido, el programa es presentado por un ex-mister España que comenta los pormenores del juego con la extraña habilidadde decir lo menos acertado para cada momento. Ejemplo práctico: panel que contiene un diálogo de una película. Frase del presentador: "Ya sabeis, pensad en todos los posibles diálogos de la historia del cine".

Más madera: los documentalistas (?) que preparan las pruebas hilan tan fino que a veces el concurso parece que quiera parecerse a "Saber y ganar". Ejemplo práctico: panel que contiene una frase en lenguaje de la calle (??). El consursante quiere resolver: "Comerse el marrón". Error, porque el panel escondía "Comerse UN marrón". Está claro, para concursar en "La glorieta del azar" hay que ser una lumbrera o un gilipollas.

Pero no todo son aspectos negativos. En otra vuelta de tuerca innovadora, el aparato que da nombre al espacio ya no depende de la fuerza motriz de los consursantes para girar, ahora basta con un leve empujón para que se ponga en marcha. Si antiguamente la sensación de tongo era elevada ahora ya es constante.

Y como no todo iban a ser cambios, la señorita que estaba cerca del panel con el fin de voltear las letras acertadas sigue ahí, enseñando palmito. Lástima que con la revolución tecnológica que ha sufrido el formato, las letras ya no necesiten ser giradas. Ahora aparecen, sin más, una vez han sido acertadas. Ya que el poco trabajo que tenía se hace ahora automáticamente, entiendo que podrá concentrarse en enseñar las tetas.

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